Artículo de opinión sobre la polémica de Facebook y Cambridge Analytica, además de las nuevas leyes de protección de datos.
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Estamos en medio de plena polémica con Facebook, y la causa vuelve a ser la privacidad. El caso de Cambridge Analytica, en el que la campaña presidencial de Donald Trump utilizó datos de Facebook para encontrar posibles votantes de Trump, los ha vuelto a poner en el ojo del huracán. Por no hablar de la recolección de nuestras llamadas y nuestros SMS.
No es la primera vez que la compañía de Mark Zuckerberg está en el punto de mira por la privacidad de sus usuarios. Ya ha habido polémicas que se han centrado en cómo trata Facebook los datos de los usuarios. Pero esta es la polémica que más daño puede estar haciendo a la compañía, la que está llevando a millones de usuarios y empresas multimillonarias a cerrar sus perfiles de Facebook.
Y a día de hoy es imposible pensar en un gigante de Internet que no esté recogiendo los datos de todos sus usuarios. Algunos lo harán por razones internas, para mejorar el servicio de verdad. Pero otros tantos lo hacen para crear perfiles más completos sobre nosotros mismos. Y con esos perfiles pueden suceder varias cosas.
La más común, y la que encontramos en casos como Facebook, es que la publicidad de la plataforma se pueda dirigir hacia ciertos usuarios. Por ejemplo, si aparece un anuncio de fútbol a quienes les gusta el fútbol, es más probable que funcione. Esos perfiles también se pueden vender en masa a empresas de publicidad o bancos de datos, ganando un beneficio instantáneo.
Aunque es ahora cuando estamos viendo los usos más creativos. Utilizar aplicaciones para capturar nuestros datos y establecer patrones de voto electoral, mandarnos encuestas sobre los lugares que hemos visitado en la vida real, mostrarnos cosas que hemos mirado en tiendas online… todo a partir de nuestro uso de sus servicios, y de los datos que pueden recoger sobre nosotros.
Pero no nos engañemos en ningún momento. Nosotros mismos somos los que hemos aceptado que recojan todos estos datos sobre nosotros, y los vendan a los anunciantes para darnos publicidad. Puede que fuera de manera ofuscada, puede que fuese en un lenguaje muy vago o incluso oculto. Hemos sido nosotros quienes hemos consentido la recogida y venta de esta información.
Por supuesto, un gigante como Google o como Facebook no se puede mantener del aire. Son empresas que nos están ofreciendo sus servicios gratis, servicios que en ocasiones cuestan miles de millones de euros. La publicidad y la recolección de datos se ha convertido en la forma de subvencionar, cuando no es pagar por completo, el acceso a todos estos servicios.
Y quizás es ahora cuando estamos viendo cuáles son las consecuencias de haberles dejado nuestros datos sin más. Ahora, cuando vemos de lo que son capaces, nos llevamos las manos a la cabeza y nos preguntamos cuándo les dimos este poder. Pero no os confundáis, porque lo aceptamos en primer lugar. Si no lo hubiéramos aceptado, no habría pasado.
La Unión Europea parece haber recibido el toque de atención, y su respuesta es la GDPR: una directiva que unifica todas las leyes de protección de datos en todos los países de la Unión. Y mucho ojo, porque estas nuevas leyes obligarán a las empresas a pedirnos consentimiento explícito para recoger nuestros datos. Se acabó el esconderlo en textos legales enormes o dar el consentimiento por aceptado.
Ya hemos empezado a ver las primeras consecuencias de la introducción de esta directiva. PayPal ha tenido que publicar todas las compañías con las que comparten nuestra información, y la lista es colosal. A partir de ahora las compañías no sólo tendrán que pedirnos permiso bien, también tendrán que ser más abiertas cuando tengan nuestros datos.
Pero todo esto no servirá de nada si no cambia también nuestra forma de pensar. Nuestros datos son mucho más valiosos de lo que pensamos. Y, en el Internet actual, se han convertido en una auténtica moneda de cambio entre empresas. Por supuesto, a las compañías no les conviene que sepamos el verdadero precio de nuestra información, quieren seguir actuando como hasta ahora.
Y es nuestra responsabilidad cambiar esto. No vale de nada que las leyes nos protejan si nosotros no las aprovechamos y lo seguimos consintiendo. Los europeos, españoles incluidos, tenemos la posibilidad de recuperar parte de nuestra privacidad. Aprovechémosla.
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Artículo publicado en Omicrono (en español)